El Leviatan

El inicio de las campañas electorales de los comicios del próximo 7 de junio, las primeras de la reforma electoral del 2014, ha generado una serie de comentarios, reflexiones y críticas de la más diversa índole, que van desde los augurios de una baja participación ciudadana en las urnas por un supuesto desinterés o desencanto ciudadano, hasta comicios plagados de conflictos o confrontaciones partidarias y la participación de grupos delictivos en un buen número de regiones de la República.

A raíz del proceso de democratización del país iniciada el año 2000, con la alternancia del poder presidencial y doce años después con el retorno del PRI a Los Pinos, parecía que la transición largamente buscada generaría las bases del inicio de la ampliación de los canales de participación de la llamada sociedad civil en los procesos políticos.

El artículo 41 constitucional, producto de la Reforma Política de 1977, definió a los partidos políticos como "entidades de interés público cuyo fin es promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo".

Desde el regreso del PRI a la Presidencia de la República en el mes de diciembre de 2012, después de una docena de gobiernos blanquiazules, muchos creyeron que se iniciaría un proceso de restauración de la República Priista, que casi de manera automática regeneraría las estructuras, sectores y organizaciones políticas y afines que lo llevó a ser un partido hegemónico por más de 70 años, que logró sobrevivir en el tiempo las dictaduras militares o autócratas que caracterizaron la región latinoamericana, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX.