El reciente corte del abasto de agua del Sistema Cutzamala a la Ciudad de México para realizar reparaciones, el más largo de la historia según informes de las autoridades capitalinas, es finalmente un recordatorio de que el abasto regular de agua no está garantizado para la Ciudad y la zona metropolitana y peor aún, para muchos de sus habitantes la carencia de agua es permanente, ya que más de un millón reciben el agua por el sistema de tandeo y cerca de 200 mil no tienen red o tomas de agua en sus domicilios.
La crisis del agua en la CDMX y en general en el Valle de México ya tiene una larga historia causada por diversos factores, pero su escasez se debe principalmente a las complicaciones de abastecer a una ciudad densamente poblada y con un consumo mayor al disponible en las fuentes locales. La Ciudad de México consume 33 m3 de agua por segundo, esto ha provocado la sobreexplotación de los recursos internos y el uso intensivo de fuentes externas, como es el Sistema Cutzamala. El 48% de las fuentes de agua de la CDMX son externas.
Desde el punto de vista de la sustentabilidad y de la equidad social, el manejo del agua en la CDMX es también uno de los más absurdos fracasos de su historia porque desecha un recurso natural que cae libre del cielo, para reemplazarlo por exactamente la misma agua traída desde lejos más cara, en forma ineficiente, con impresionante derroche de energía y en última instancia insuficiente.
Además la crisis del agua es un fenómeno paradójico en una zona geográfica que tiene más días lluviosos que la Ciudad de Londres, sufre de una escasez que provoca que el precio de cada litro de agua sea de los más elevados del mundo, y su calidad no es de las mejores.
Sin duda, la solución a garantizar el abasto del agua de la CDMX parece importarles poco a sus gobiernos, a pesar de que en ello está en juego su sustentabilidad y el desarrollo del principal centro financiero y económico del país.
En medio de la crisis de abasto del agua de la CDMX han surgido un gran número de voces y propuestas alternativas para enfrentar el problema que, ante todo debe ser considerado como un tema de seguridad nacional y un derecho humano. Plantear paliativos y medidas cortoplacistas, o peor aún, de carácter electorero significará seguir condenando a la CDMX y a muchos de sus pobladores no solo a vivir crisis recurrentes más severas de desabasto de agua, sino también a poner en grave riesgo su supervivencia.
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