Siempre se ha dicho que México es un país con mucha riqueza, por su geografía, su naturaleza, sus vastos litorales, su cultura prehispánica, su gastronomía, entre otras muchas cosas.
Sin embargo, sigue siendo un país que no termina de estar en el subdesarrollo, que no consolida su presencia en el llamado primer mundo, que aún mantiene grandes contrastes particularmente en lo concerniente a la distribución de la riqueza y al inequitativo ingreso per capita.
Ante ello, cabe hacernos una reflexión que tiene que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra forma de ser, con nuestra conducta en lo individual y en lo social; para lo cual basta poner algunos ejemplos: ¿por qué en nuestro suelo (nuestra patria) arrojamos basura en la calle? y estando de visita en otros países particularmente en los Estados Unidos de Norte América no lo hacemos; ¿por qué sólo ante las catástrofes nos volvemos solidarios?; ¿por qué deterioramos inmisericordemente nuestro medio ambiente?.
Lo que enseguida mencionaré suena muy trillado, pero no por ello se debe insistir en la idea de cambiar nuestra forma de ser, de pensar en nuestras futuras generaciones, de tener conciencia de que la vida es efímera y que nada es para siempre.
Un México diferente, es un país donde la gente, su gente, tenga una conciencia permanente de compromiso social y de civilidad, ojalá muy pronto lo veamos.