Entre acciones y reacciones
Después de que la Legislatura del Estado de Jalisco, aprobara la iniciativa de reforma constitucional local presentada en su momento por el diputado independiente Pedro Kumamoto, en el sentido de retirar el fuero a los servidores públicos de dicha entidad, el Jefe de Gobierno de nuestra capital se apresuró a advertir que “el fuero es impunidad” y “un gran lastre”.
Aunque aún se requiere que al menos sesenta y tres cabildos jaliscienses aprueben también la iniciativa referida, llama poderosamente la atención que el tema cobre centralidad en la CDMX y ahora si, hasta los actores principales de la política capitalina volteen hacia ese tema que tanto les ha favorecido en el pasado y a nosotros los ciudadanos, tanto nos ha lesionado a pesar de haber sido un reclamo desde hace más de una década.
Emergencias ambientales, decretos y remiendos
En un país como el nuestro, en el que la realidad se considera modificable por decreto, es claro que la Ciudad de México no iba a ser la excepción.
Y es que a partir del viernes anterior, se dice que “terminó la emergencia ambiental”.
En la práctica, eso significa entre otras cosas, que volverán a circular en la capital del país y su zona metropolitana, nada menos que 5.5 millones de autos diario; amén de que según las versiones oficiales, los capitalinos habrán de enfrentar nuevos sistemas de verificación vehicular mucho más estrictos y consistentes en dos procesos: el tradicional que todos conocemos y uno con resultados presuntamente, imposibles de falsificar. Todo ello, para garantizar la calidad del aire y como resultado de la aplicación de la nueva norma federal en materia de emisiones contaminantes que permitirá, se dice, sacar a poco más de un millón de vehículos de circulación de modo definitivo en lo que resta del año.
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Entre la inequidad y el secreto
A veces, no pocas, me da la impresión de que somos un país de risa loca.
Y no quiero entrar de lleno al muy justificado reclamo por una norma a la que se le quitaron los dientes y que los políticos de siempre, nos venden como la madre de todas las reformas en materia de combate a la corrupción. Pero aún sin quererlo hacer, es quizá inevitable pensarse burlado, vejado una vez más. Sobre todo, cuando el que el Congreso no haya caminado ese kilómetro extra, tendrá impacto en nuestra forma de vida.
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Entre la inequidad y el secreto
A veces, no pocas, me da la impresión de que somos un país de risa loca.
Y no quiero entrar de lleno al muy justificado reclamo por una norma a la que se le quitaron los dientes y que los políticos de siempre, nos venden como la madre de todas las reformas en materia de combate a la corrupción. Pero aún sin quererlo hacer, es quizá inevitable pensarse burlado, vejado una vez más. Sobre todo, cuando el que el Congreso no haya caminado ese kilómetro extra, tendrá impacto en nuestra forma de vida.
La legislación general en materia de responsabilidades de servidores públicos se ha quedado no sólo corta sino que al no tener los alcances propuestos de inicio, en realidad se trata de una concesión graciosa más, por parte de un Estado que de este modo, mantiene el control. Un Estado que cada vez más, da la espalda a la ciudadanía y se explaya en un monólogo que le endiosa y aleja del cumplimiento de sus altas encomiendas pero también, de su representatividad.