La criminalidad de los gobernantes
La corrupción es uno de los principales problemas que aquejan a los mexicanos. Y no es particularmente porque sea un fenómeno novedoso ni exclusivo de México, sino porque, como nunca, son cada vez más frecuentes las noticias que reseñan la forma en que los gobernantes se apropian de los recursos públicos así como los cínicos mecanismos novedosos diseñados para hacerlo.
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Trump: el pretexto perfecto
Muy pocas personas auguraron el éxito de Donald Trump. Hoy será el líder de la primera potencia mundial. Guste o no a propios y extraños tomará decisiones que afectarán la vida de millones de personas y de múltiples naciones. Seguramente los internacionalistas serán los analistas protagónicos de por lo menos el siguiente lustro. Sin embargo no todo es tan dramático. El inicio de cualquier gobierno local o externo representa una ventana de oportunidad para los gobernados y para la clase política misma.
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Regreso a la barbarie
La principal razón de existir del Estado es la seguridad de sus ciudadanos. Por ello, cuando éste deja que los mismos instrumenten mecanismos de autodefensa renuncia, indefectiblemente, a la esencia de su ser. En México nos estamos acostumbrando a que cada vez la ciudadanía defienda de manera personal sus propiedades y su vida misma. Y los representantes del Estado no se inmutan.
En el colmo, anuncian firmes descalificaciones y amenazas de acciones de control legal en contra de quienes se atreven a buscar justicia por su propia mano. Me refiero no solamente a los denominados “justicieros” o “vengadores anónimos” sino a los grupos de autodefensas organizados en distintas entidades del país y a las universidades y empresas que han constituido mecanismos privados de defensa. Es común observar en las calles las mantas de amenazas a los delincuentes y es frecuente el linchamiento de detenidos por las propias comunidades.
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¿Alianzas políticas perversas?
Las alianzas electorales tienen en sí mismas muchos beneficios para quienes las realizan. El fundamental: la obtención o permanencia en el poder. De allí que, independientemente de las diferencias ideológicas, es el pragmatismo la premisa dominante en los dirigentes políticos con miras a la sucesión en el mismo. No importan las divergencias si se comparte la misma ambición. Eso es lo trágico de nuestros políticos. Que sus perspectivas no son bordadas alrededor de proyectos de políticas públicas que redunden en beneficio de la mayoría de los mexicanos. No.
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